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Autor/a:
Prof. Jose Granell
Hospital:
Hospital Universitario Rey Juan Carlos (Madrid)
Colaboradores:
Cesar Gamaliel Rivera
ISBN:
978-84-09-18539-9

Aunque el término amígdala puede referirse a diversas estructuras anatómicas, cuando lo utilizamos de forma aislada nos referimos habitualmente a la amígdala palatina.

En este tema trataremos por tanto las enfermedades neoformativas malignas que afectan a la amígdala palatina, que corresponde en realidad a una sublocalización del cáncer de orofaringe.

Al igual que el carcinoma de orofaringe en general, el cáncer de amígdala se ha asociado a abuso de tabaco y alcohol, y a la presencia de infección por virus del papiloma humano (VPH).

El tabaquismo tiene un efecto acumulativo, estableciéndose un umbral de riesgo de 10 “pack-years”. Los tumores vinculados al VPH se han relacionado sobre todo con los serotipos 16 y 18. 

Los Tumores de Cabeza y Cuello son más frecuentes entre la 5ª y 6ª década de la vida. El 90% de ellos son carcinoma epidermoides. El cáncer de orofaringe representa al menos una décima parte de estos tumores. La incidencia del cáncer de amígdala se ha incrementado en los últimos años (por ejemplo del 0.6 a 1.45 por 100,000 en 20 años en un estudio en el Sureste de Inglaterra, con un incremento sobre todo en los hombres del grupo de edad de 40-59 años). Este aumento de la incidencia en países occidentales se ha relacionado con los tumores asociados al virus del papiloma humano.

Respecto a la histopatología, la clasificación se establece como tumores malignos primarios y secundarios de amígdala palatina. Estos tumores tienen tres estirpes celulares que son: epitelial que origina el carcinoma de células escamosas, carcinomas de glándulas salivales; la estirpe linfoide que origina los linfomas, y la estirpe mesenquimatosa que origina los sarcomas; además se encuentran los linfoepiteliomas.

Los carcinomas de orofaringe frecuentemente se presentan en etapas avanzadas III ó IV. Los primeros síntomas suelen ser disfagia, dolor faríngeo, sensación de masa en faringe, sangrado oral, otalgia refleja (por afectación de los pares craneales IX y X), o presentación de una masa en cuello, habitualmente ipsilateral, en nivel ganglionar II; pueden llegar a presentar trismus cuando existe afección mandibular o de los músculos pterigoideos.

Para su diagnóstico se debe comenzar con la batería de estudios de endoscopia tanto flexible o rígida según sea necesario que se realizan habitualmente como parte de la exploración.

Se continua con la investigación de la posible afección ganglionar con la realización de ecografía cervical, Tomografía Computarizada (TC) con medio de contraste y /o Resonancia Magnética Nuclear (RMN), por medio de las cuales nos informamos de la extensión, sobre todo si se encuentran adenopatías con sospecha de actividad metastásica, o afección de grandes vasos, afectación del periostio, la musculatura pterigoidea, o en pacientes con iafectación del maxilar, columna vertebral y base de cráneo; no debemos dejar de realizar un radiografía de tórax o bien extender la tomografía hacia tórax para descartar las metástasis pulmonares.

Otra prueba de imagen muy útil es el PET-CT con el cual podemos detectar el sitio de origen de una metástasis de primario desconocido, tumor primario sincrónico, metástasis locoregionales o a distancia o bien el seguimiento de pacientes a quienes se les dio tratamiento de un carcinoma de orofaringe o amígdala palatina.

Una gran parte del diagnóstico se realiza con exploración y estudios de gabinetes mencionados, sin embargo, el diagnóstico definitivo se realiza histopatológicamente para lo cual se requiere biopsia de la lesión amigdalina que normalmente puede tomarse bajo anestesia local (en algunas ocasiones se requerirá la aplicación de anestesia general).

Para su estadificación usamos la clasificación TNM de la AJCC (American Joint Commitee on Cancer) de orofaringe, dicha estadificación la tomamos de base para su manejo.

Tradicionalmente la cirugía y la radioterapia ha sido el tratamiento estándar del carcinoma de orofaringe, solas o combinadas. Por lo tanto, es de esperar que el tratamiento en principio para los estadios I,II con T1-2, N0-1, sin metástasis clínicas en cuello se puede optar por la cirugía del tumor primario en forma abierta o transoral robótica (TORS) o con laser (TLM), con o sin disección electiva de cuello sobre todo en los T2; para los que presentan N1 radioterapia adyuvante con o sin tratamiento sistémico.

La tasa de control loco-regional es de alrededor del 90% para cirugía o radioterapia en lesiones tempranas amigdalinas. En etapas avanzadas la tasa del control local va del 75% al 94% con una vida libre de enfermedad del 64%.

Las complicaciones pueden dividirse en perioperatorias,  postoperatorias y las propias de la radioterapia.

COMPLICACIONES PERIOPERATORIAS

Las más frecuentes son las lesiones a  los vasos sanguíneos y a los nervios (pares craneales V, VII, IX, X, XI, XII). 

COMPLICACIONES POSTOPERATORIAS

Las complicaciones posibles después de la cirugía son la aparición de  fístulas, trismus, aspiración, disfunción muscular en la musculatura correspondiente a la inervación de los pares mencionados, sangrado, dolor, disfagia y disartria, y pérdida de los colgajos de reconstrucción. 

La técnica cuidadosa en manos expertas disminuye el numero de complicaciones en relación al procedimiento. 

COMPLICACIONES DE LA RADIOTERAPIA

En cuanto a las complicaciones de la radioterapia agudas tenemos mucositis, disfagia, xerostomía, caries, disgeusia, pérdida de cabello, perdida de función de glándulas sebáceas; tardíamente se encuentran la osteoradionecrosis.

Al usar técnicas de Radioterapia de Intensidad Modulada (IMR) se disminuye el numero de complicaciones asociadas sobre todo disfagia, xerostomía y mucositis. Las dosis más altas de radioterapia a la laringe y unión faringoesofágica se asocian con una duración mayor de la sonda de alimentación.

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