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Autor/a:
Dr. Mario Sánchez Canteli
Hospital:
Hospital Universitario de Cabueñes (Gijón)
Colaboradores:
Dr. Jaime Grobas Álvarez
ISBN:
978-84-09-45674-1

En pacientes pediátricos las causas más frecuentes de vértigo son el Vértigo Paroxístico Benigno de la Infancia (VBPI) y la Migraña Vestibular (MV). El VPBI aparece generalmente entre los 2 y 4 años. Aunque las manifestaciones clínicas propias de un proceso vertiginoso se solucionan entre los 5 y 7 años, en el 16%-20% de los casos se transforman en migraña, por lo que se considera un equivalente migrañoso de la infancia.

Recientemente, la Barany Society y la International Headache Society han decidido cambiar la terminología de VPBI y MV a “Migraña Vestibular de la Infancia” (MVI), “Migraña Vestibular de la Infancia Probable” (MVI-probable) y “Vértigo Recurrente de la Infancia” (VRI). Estos 3 trastornos representan un espectro en el que el componente de la migraña varía de definido a posible y ausente. El término “Vértigo Recurrente de la Infancia” debe remplazar a “Vértigo Paroxístico Benigno de la Infancia”.

Se daba el caso de que una proporción sustancial de pacientes pediátricos con vértigo episódico encajaban tanto en los criterios diagnósticos del VPBI como en el de la MV, y un porcentaje importante de pacientes con VPBI desarrollaban migraña posteriormente. Por lo tanto, es discutible si ambos procesos son distintos, o forman parte de la misma entidad.

La etiología no está completamente elucidada. Se postulan factores genéticos, hormonales o fenómenos de vasoespasmo reversible del aporte vascular del oído interno. Se considera un precursor migrañoso o equivalente.

Tiene una prevalencia aproximada del 3% en pacientes hasta los 18 años. Se presenta en dos picos de edad, de 2 a 4 años y de 7 a 11 años. Solo de forma excepcional aparece en la adolescencia. Es más frecuente en mujeres. En un estudio en población pediátrica francesa con más de 2000 pacientes que consultaron por trastornos del equilibrio la MV representó al 25% de los diagnósticos; el VPBI al 20%; el traumatismo cefálico al 10%; los trastornos oculares al 10%; las malformaciones del oído interno al 5%, la neuronitis vestibular al 5%; la laberintitis al 5% y otros (otitis media, enfermedad del sistema nervioso central y trastornos psiquiátricos) al 20%. Los tumores de fosa posterior fueron diagnosticados en menos del 1% de los pacientes.

Se describe como ataques recurrentes de vértigo, generalmente de tipo rotatorio y comienzo súbito, sin desencadenantes ni auras, sin síntomas otológicos asociados, que se resuelven espontáneamente en minutos u horas, con una frecuencia de 2 a 10 episodios al mes y sin pérdida conocimiento asociada. Puede acompañarse de náuseas, vómitos y sudoración. Entre episodios no hay secuelas y la exploración otoneurológica es normal.

Los síntomas vestibulares incluyen vértigo espontáneo (falsa sensación de movimiento/giro propio y/o del entorno), vértigo posicional (desencadenado tras cambios de posición cefálicos), vértigo inducido por estímulos visuales y mareo inducido por movimientos de la cabeza con nauseas. Los síntomas vestibulares de intensidad moderada interfieren, pero no impiden, las actividades diarias. Los síntomas vestibulares de intensidad severa impiden la realización de las actividades diarias.

El diagnóstico es clínico. Es esencial una anamnesis detallada y un examen físico completo y sistemático. Las directrices para las pruebas diagnósticas y el tratamiento no habían sido establecidas en el VPBI ni en la MV. Además, la batería de pruebas diagnósticas en estos pacientes variaba ampliamente entre centros. Por lo general, incluye exámenes neurológicos, oftalmológicos, otoneurológicos y/o estudios de imagen mediante Resonancia Magnética (RM). Estas pruebas sirven principalmente para asegurar que los síntomas "no son atribuibles a otro trastorno”.

Antiguos criterios diagnósticos de Vértigo Paroxístico Benigno de la Infancia (VPBI):

  • A) Al menos 5 episodios que cumplan los criterios B y C
  • B) Múltiples episodios de vértigo severo, ocurriendo con o sin pródromos y que se resuelven espontáneamente después de minutos u horas.
  • C) Exploración neurológica normal; pruebas audiométricas y vestibulares normales entre episodios.
  • D) Electroencefalograma normal.

Criterios diagnósticos de Migraña Vestibular de la Infancia (MVI):

  • A) Al menos 5 episodios con síntomas vestibulares de intensidad moderada o severa, durando entre 5 minutos y 72 horas.
  • B) Historia presente o pasada de migraña con o sin aura.
  • C) Al menos la mitad de los episodios están asociados con al menos una de las siguientes características de la migraña:
    • Cefalea con al menos dos de las cuatro siguientes características: a) Localización unilateral b) pulsátil c) dolor con intensidad moderada o severa d) agravamiento con la actividad física rutinaria.
    • Fotofobia y fonofobia.
    • Aura visual.
  • D) Edad menor de 18 años.
  • E) No se explica mejor por otro trastorno de dolor de cabeza, trastorno vestibular u otra afección.

Criterios diagnósticos de Migraña Vestibular de la Infancia Probable (MVI-probable):

  • A) Al menos 3 episodios con síntomas vestibulares de intensidad moderada o severa, durando entre 5 minutos y 72 horas.
  • B) Solamente uno de los criterios B o C de la MVI.
  • C) Edad menor de 18 años.
  • D) No se explica mejor por otro trastorno de dolor de cabeza, trastorno vestibular u otra afección.

Criterios diagnósticos de Vértigo Recurrente de la Infancia (VRI):

  • A) Al menos 3 episodios con síntomas vestibulares de intensidad moderada o severa, durando entre 1 minuto y 72 horas.
  • B) Ninguno de los criterios B o C de la MVI.
  • C) Edad menor de 18 años.
  • D) No se explica mejor por otro trastorno de dolor de cabeza, trastorno vestibular u otra afección.

Diagnóstico diferencial de episodios de vértigo recurrente en población pediátrica:

  • Malformaciones congénitas del oído interno: Se relacionan más con desequilibrio y con un retraso en el desarrollo motor, no con ataques de vértigo. En caso de hipoacusia asociada es necesario buscar anomalías anatómicas, preferiblemente mediante RM, y test para detectar el Citomegalovirus congénito.
  • Causas psiquiátricas: Los ataques de pánico y las exacerbaciones de enfermedades crónicas como el Mareo Postural Perceptual Persistente o un Trastorno de Ansiedad Generalizada pueden causar síntomas vestibulares. Es importante una historia clínica detallada y buscar la relación de los episodios de vértigo con problemas en el colegio, en casa o con otros niños.
  • Vértigo posicional paroxístico benigno (VPPB): Se diferencia del VRI por la relación con los cambios posturales y maniobras posicionales positivas para el VPPB.
  • Paroxismia vestibular: Se debe sospechar en caso de niños que se presentan con episodios de vértigo frecuentes y que duran menos de un minuto. Los criterios diagnósticos incluyen ataques espontáneos de vértigo, con o sin giro de objetos, y respuesta al tratamiento con carbamazepina/oxcarbazepina. No suele asociarse con migraña. En algunos casos la duración de los ataques puede ser superior a un minuto y en estos casos, la respuesta al tratamiento puede ayudar a distinguir la Paroxismia vestibular del VRI.
  • Enfermedad de Meniére: Esta enfermedad también ocurre en población pediátrica. La pérdida de audición fluctuante, acúfenos y presión ótica ocurre tanto en la MV y en el VRI. Sin embargo, la pérdida de audición neurosensorial no progresa a un grado severo en la MV o en el VRI.
  • Epilepsia vestibular/vértigo epiléptico y nistagmo: Es una causa muy poco frecuente de vértigo. Suele estar causada por lesiones próximas a la unión temporoparietal y se puede acompañar de nistagmo espontáneo. Suele asociarse con otros fenómenos epilépticos.
  • Ataxias episódicas: Hasta el momento actual se han descrito ocho subtipos. El más frecuente es la ataxia episódica de tipo 2 (EA2), enfermedad autosómica dominante en la que los ataques de ataxia, mareos y vértigo pueden durar desde varios minutos a días. Se suele manifestar en la infancia temprana. Los síntomas acompañantes pueden ser cefalea, osciloscopia, disartria y debilidad muscular. La presencia de un nistagmo vertical inferior y evocado por la mirada y otros signos motores oculares cerebelosos están presentes en más del 90% de los pacientes. Esta enfermedad tiene un curso lentamente progresivo y se diagnostica mediante test genéticos.
  • Tumores y otras lesiones en fosa posterior: Una lesión expansiva se presenta típicamente con síntomas persistentes y progresivos como ataxia, disartria, visión doble, pérdida de audición y disfunción de otros pares craneales. En estos casos, está indicado realizar una RM. Raramente se presentan con ataques de vértigo y/o de inestabilidad en población pediátrica. 
  • Mareo en relación con hipotensión ortostática: Su desencadenante es el acto de levantarse y que desaparece al sentarse o acostarse.
  • Otitis medias serosas recurrentes: La asociación entre otitis media serosa y alteración en la función vestibular es un tema en estudio. Se postula una asociación entre la presencia de moco en el oído medio con los periodos de inestabilidad, que a menudo duran más de 72 horas. La clínica mejora colocando tubos de drenaje transtimpánico.

El tratamiento debe ser individualizado y debe incluir un periodo de espera atenta y educación de los pacientes y padres; además de reducirse el estrés, tener un descanso nocturno adecuado, asesoramiento psicológico, terapia de rehabilitación si es necesario y restricciones dietéticas de alimentos que pueden desencadenar un episodio de migraña, entre los que se encuentran: yogur, chocolate, productos lácteos, nueces, plátano, nitratos en fiambres, entre otros.

El tratamiento médico de los episodios de MV incluye analgésicos simples (ibuprofeno y paracetamol) para la cefalea y/o sedantes vestibulares (sulpirida) en caso de episodios muy sintomáticos. Para los niños con VPBI los sedantes vestibulares no se usan de rutina debido a la brevedad de los episodios. Sin embargo, si la duración de estos es prolongada o severa, se recomienda emplear sedantes vestibulares. Si estos episodios son muy frecuentes, recurrentes y/o interfieren con la asistencia al colegio y vida social se puede considerar emplear betabloqueantes, bloqueadores de los canales de calcio o antidepresivos tricíclicos. Si las cefaleas son severas se pueden emplear triptanes vía oral o nasal con o sin ibuprofeno después de un ataque agudo y amitriptilina como profilaxis.  El tratamiento de los pacientes con migraña vestibular debe ser coordinado con el neuropediatra.

Los episodios suelen desaparecer 3 o 4 años después de su inicio. Entre el 16% y 19% evolucionan a migraña y entre el 15% y 27% evolucionan a dolor abdominal o síndrome de vómitos cíclicos en la adolescencia o edad adulta.

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